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50 AÑOS DE EDUCACION AMBIENTAL

17 de octubre 2019

En este año se cumplen 50 años de haber sido propuesto por primera vez el concepto de Educación Ambiental (EA). En 1969, Stapp et al. en un artículo en la revista  Journal of Environmental Education, definían así este concepto: «la Educación Ambiental está dirigida a la producción de una ciudadanía que tenga conocimiento sobre el medio ambiente biofísico y sus problemas asociados, consciente de cómo ayudar a resolver estos problemas, y motivada para trabajar en su solución.» (citado en Gutiérrez Bastida, 20191).

Gutiérrez Bastida presenta un resumen crítico de la EA, señalando varios de los problemas que la aquejan y de sus posibles causas; y los contrapone con algunos logros que considera muy positivos. Por ejemplo, en estos 50 años la crisis ambiental y ecosocial se ha agudizado, la problemática socio-ambiental se ha hecho cada vez más compleja, y el entorno social que rodea al campo educativo continua siendo antagónico con las ideas de la EA. Pero tal vez la crítica más importante que hace este autor radica en la inmadurez que exhibe el campo de la EA, a pesar de la multiplicidad de experiencias, investigaciones, y organizaciones. GB dice: «La EA adolece de falta de un modelo didáctico propio, de una herramienta teórico-práctica que germine teorías, principios y paradigmas y presente las pautas para la intervención docente en los diferentes contextos educativos, orientada a las y los estudiantes como protagonistas del proceso.»

El campo de la EA es muy diverso, sin embargo sus objetivos últimos son compartidos. Efectivamente, si vemos las definiciones de diversos organismos y países podemos concluir que todos proponen esencialmente lo mismo: un cambio en la actitud del ciudadano, en su relación con el ambiente y en su compromiso con protegerlo.  La «inmadurez» de la EA, que se traduce en la carencia de una doctrina unificada, puede ser vista como una deficiencia, pero puede mas bien ser una fortaleza.

¿Cómo podemos medir el éxito o el fracaso de la EA al cabo de estos 50 años?

Parece obvio que en la actualidad la preocupación ambiental se ha extendido entre la ciudadanía y que todos reconocen al deterioro del ambiente como uno de los problemas más importantes del momento; y este puede anotarse como uno de los éxitos de la EA, tanto de la escuela como de los medios informales. No menos importantes son los movimientos sociales que han movilizado a la juventud en todo el planeta para reclamar acción frente al cambio climático.

En tal sentido Muñoz-Montilla y Páramo-Bernal (2018)2describen distintos sistemas de indicadores utilizados en varios países; pero notamos que éstos apuntan a describir los instrumentos de gestión de la EA más que a evaluar su eficacia en base a los resultados. Una excepción a esto lo constituye el indicador del número de personas participantes en procesos de socialización y sensibilización en el Programa Basura Cero, en Bogotá, Colombia.

Estos autores presentan una propuesta de indicadores clasificados en cinco categorías: Contexto, Impacto, Resultados, Procesos, y Recursos. Si bien se puede medir el esfuerzo que se invierte en EA con indicadores tales como: «número de colegios que han integrado a su currículo», «número de investigaciones desarrolladas», o «porcentaje del presupuesto local asignado a proyectos», éstos indican el esfuerzo invertido más no los resultados logrados. De los 21 indicadores propuestos, solo uno trata de medir los resultados obtenidos («Porcentaje de la población local que ha disminuido su consumo de agua y luz posterior a su participación en procesos de ea«), los otros 20 son indicadores de esfuerzo.

Coincidimos con Muñoz-Montilla y Páramo-Bernal (2018) en señalar la importancia de la investigación para el desarrollo efectivo de una EA que logre sus objetivos. Ellos concluyen preguntándose: «¿Qué tan efectivos son los procesos de educación ambiental que se implementan en los distintos entornos de aprendizaje para formar a las personas? ¿Cuál es el panorama de las investigaciones en educación ambiental en nuestro país? ¿Cuál es el horizonte hacia donde deben dirigirse los esfuerzos en materia de educación ambiental? ¿Cuáles estrategias de educación ambiental han sido más significativas.?»

Es importante enfatizar que la EA no puede limitarse a transmitir información ambiental, sino que procure cambiar al ciudadano en su conducta cotidiana, en su manera de relacionarse con el ambiente, lo que implica un cambio ético y el desarrollo de valores contrapuestos a los predominantes en la sociedad de consumo actual (Salinas-Cabrera, 20163). Blumstein y Saylan (2007)4van más allá y señalan la importancia de orientar la EA a cambiar los patrones de consumo. Por lo tanto, es menester comenzar por enseñar que los alimentos no vienen del supermercado, el agua potable no se produce en el grifo ni la energía eléctrica en los enchufes. Enseñar de donde verdaderamente vienen, que implica producirlos, transportarlos y hacerlos llegar al consumidor, es un primer paso hacia el cambio de los patrones de consumo.

REFERENCIAS

1Gutierrez-Bastida, J.M. (2019). 50 años de educación ambiental: un balance incompleto hacia la educación ecosocial en el Antropoceno. Boletín Carpeta Informativa del CENEAM.https://www.miteco.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/

2Muñoz-Montilla, A.N. y Páramo-Bernal, P. (2018). Monitoreo de los procesos de educación ambiental: propuesta de estructuración de un sistema de indicadores de educación ambiental. Boletín Carpeta Informativa del CENEAM. https://www.miteco.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/

3Salinas-Cabrera, D. (2016). Educación ambiental para el desarrollo y consumo sustentable en Chile. Una revisión bibliográfica. Revista Electrónica Educare, 20(2), 1-15. doi: http://dx.doi.org/10.15359/ree.20-2.3

4Blumstein, D. T., & Saylan, C. (2007). The failure of environmental education (and how we can fix it). PLoS Biology5(5), e120.

Autora de la entrada: Dra. Susan Smith P.

 

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EDUCAR PARA LA SUSTENTABILIDAD: una mirada

La educación es considerada como una de las bases para avanzar hacia  la sustentabilidad. Educación a todos los niveles, pero orientados hacia el logro de las metas que suponen las exigencias de progresar hacia la sustentabilidad. En esta entrada iniciaremos una discusión sobre este tema tan actual.

Uno de los principios sobre los que debe basarse la educación para la sustentabilidad es el considerar a la realidad como un sistema donde todo está conectado con todo. Esto equivale a reconocer que el mundo en el que estamos insertos es, a todas las escalas, un sistema complejo. Humboldt fue uno de los primeros naturalistas que reconoció como imprescindible esta visión de la naturaleza como un todo, donde la palabra clave es «conexión«. Desafortunadamente, el desarrollo científico siguió otro camino.

La visión de sistemas complejos, que contiene la idea de relaciones múltiples, implica lo opuesto a la idea de que cada efecto tiene una causa. Esta visión nos conduce a la práctica de la investigación multidisciplinaria, las interacciones horizontales, la formación de equipos y la participación en igualdad de condiciones.

 Junto a la visión holística de la realidad se coloca la idea de la multiplicidad de percepciones y por tanto la diversidad de enfoques sobre los hechos. Lo que para unos es blanco, para otros es gris y para otros es mucho más oscuro. Lo que para unos es un problema, para otros es una oportunidad. Esto ocurre también con procesos como el desarrollo y como la sustentabilidad.

Es por ello que debemos aceptar que se pueden proponer diversas soluciones para un mismo problema, soluciones que pueden parecer antagónicas, pero no necesariamente excluyentes. Al estudiar una situación, el grupo puede generar distintos enfoques y distintas soluciones que representan una riqueza conceptual que no debe ser desdeñada. El avance hacia la sustentabilidad se nutre de esta multiplicidad de percepciones.

A estos principios debemos incorporar  otros dos enfoques. Uno es el del «aprendizaje experiencial«, que implica un contacto directo con la realidad. La educación no puede limitarse al trasiego de información, de datos, de conceptos. El educando tiene que experimentar la realidad, sumergirse en esa realidad, desarrollar sus percepciones, sentir además de pensar.

El otro enfoque es el de desarrollar actitudes y valores que sirvan de base para una conducta sustentable. La educación ambiental debe transformar al individuo y a la sociedad, cambiando las bases éticas que hasta ahora han sustentado una cultura de competencia y de logro individual por una ética de la sustentabilidad que valora el trabajo de grupo, los logros de la comunidad, la diversidad de ideas y la comprensión de la realidad como un todo.

Estas pocas ideas muestran que el camino hacia la sustentabilidad es uno de cambios y transformaciones, del individuo y de la sociedad. Para muchos, estos cambios no representan un camino deseable, pero ahora se posan como imprescindibles y poco a poco comienzan a desarrollar un contenido. Contenido que no es solo filosófico y conceptual sino también práctico, para el día a día y para la realidad donde nos desenvolvemos como personas.

 

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